La selfie: el relato de la intimidad alterdirigida

La opinión de Belén Igarzábal, directora del área de Comunicación y Cultura de FLACSO y asesora de Huawei Mobile Argentina

Las formas en que nos mostramos y accedemos a la intimidad del otro fueron cambiando con el tiempo y con la evolución de los medios de comunicación y las tecnologías. La selfie, un fenómeno de nuestra época, es el reflejo de un momento actual pero que denota la historia de la mediatización y una cultura global que atraviesa nuestra vida privada y también las formas de vincularnos en sociedad.

La modernidad fue la época que remarcó la diferencia entre lo público y lo privado, entre el “afuera” y el “adentro”. La puerta del hogar marcaba el límite de lo que podía entrar y lo que podía salir a la exposición pública, de lo que estaba, justamente, privado de la mirada externa. Pero los medios de comunicación masivos, en primer lugar, entraron al hogar y permitieron conocer desde el living aquello que pasaba afuera. Y de a poco, lo que acontecía en el interior del hogar fue haciéndose público. Primero a un público restringido, de uno a uno, con el teléfono fijo por ejemplo, y luego a mayor cantidad de personas en un mismo momento con la masificación de Internet con las computadoras domésticas.

También la modernidad había restringido el acceso a la vida del otro, del vecino. La televisión, de a poco, fue mostrándola, primero en juegos, en paneles y luego con los reality shows donde podíamos conocer al otro “como yo” comiendo, jugando, durmiendo, desde el televisor en el cuarto. Así, la llamada intimidad fue mostrándose cada vez más y haciéndose pública. Y con los celulares con cámara e Internet ese fenómeno se volvió masivo. La posibilidad de comunicar lo que estamos haciendo las 24 hs. produjo un cambio en las formas de comunicarnos, de ver al otro y de exponer nuestra privacidad. Millones de formas de ver y estar en el mundo comenzaron a circular gracias a estos aparatos que nos acompañan las 24 hs. Como dice Paula Sibilia, autora de “La Intimidad como Espectáculo” (2008): si antes el diario íntimo era la forma de narrar nuestra intimidad, con Internet, las computadoras personales, los blogs y luego las redes sociales, esa intimidad cobró publico y se transformó en una extimidad, en una identidad que está alterdirigida, que se construye a partir de la mirada del otro. La intimidad misma se transforma en esta era de conectividad y visualización constante y se construye también con esa mirada del otro.

Este fenómeno tiene estrecha relación con la posibilidad de producir contenidos, de compartir, de opinar sobre las demás personas a partir de la alta penetración de smartphones con conectividad. Esa posibilidad de creación de contenido audiovisual, que no existía antes, también colabora con la producción constante de fotos, videos y opiniones. Y esto se relaciona a la vez con la necesidad de registro de absolutamente todo lo que vivimos, que en definitiva podría ser una forma de control.

Es por eso que las selfies no son una moda, no son un fenómeno pasajero. Son la representación de una época, de la cultura actual que nos atraviesa en todos los ámbitos de nuestras vidas.

Por otro lado, los autoretratos fotográficos existen desde que se crearon las cámaras. Pero la posibilidad de sacarse una foto de alta calidad y circularla en el instante es la novedad.

¿Y porque la necesidad de hacer selfies? Hay una ilusión de construcción de la propia identidad. Siempre estamos recortando aspectos de nuestra identidad, cuando hablamos, cuando contamos una parte y no todo, cuando mostramos algo de nuestro hogar, de nuestros familiares, de nuestro trabajo. Y hoy los celulares permiten esa edición, ese recorte, de manera fácil e ininterrumpida. La selfie muestra algo de lo que somos y lo que hacemos pero siempre de manera editada, siempre con un recorte del plano total. Es una forma de construir un relato, una narración visual de nuestra identidad y de lo que queremos mostrar.

La selfie muestra un estado de ánimo, el registro de haber estado con alguna persona, en un lugar, haciendo algo. Es una huella en una historia que se va narrando y hace a un todo.

Hay un componente de la selfie que tiene que ver con el sacar la foto en el lugar mismo del acontecimiento, siendo protagonistas de eso que acontece. Como si algo fuera natural pero que se afecta en el momento mismo del click, de poner la cámara de determinada forma y sacar la foto. La práctica afecta y construye también ese momento. Que termina de formarse cuando es compartida y con la mirada del otro. Entonces por un lado está la exhibición de la propia intimidad, de la propia vida, pero de manera “natural”, con una intencionalidad de mostrar algo, que se pone en circulación y que se termina de construir con la mirada y “aceptación” (like, corazon, etc), o no, del otro.

Esta practica pareciera ser de los más jóvenes. Tal vez porque nacieron en este ecosistema mediático ya fotografiados y circulados por los adultos. Y están más acostumbrados a la exposición de su vida diaria. Además, la adolescencia tiene la particularidad de ser una etapa vital de constitución de la propia identidad, de decisiones, de elecciones en la forma de vivir y estar en el mundo. Y la edición que se va haciendo tiene que ver con una elección de ese recorte. Pero es una práctica que atraviesa todas las edades.

La selfie se instala porque toca fibras propias de nuestra época, pero también propias de nosotros como ser social que construye su identidad en relación a otro, a la mirada y aceptación del otro.

Selfies – Timeline



Las fotos tomadas como autorretrato existen desde el nacimiento de las cámaras de fotos. El primer registro es una foto tomada por Robert Cornelius, quien capturó una imagen de sí mismo en 1839 en su tienda de lámparas en Filadelfia.



Luego en 1920 se tomó la primer selfie grupal, que retrata a Joseph Byron, un fotógrafo de Nueva York, en una terraza junto a compañeros de su agencia de publicidad.



Ya en 1960, y con la aparición de cámaras instantáneas destinadas al consumo masivo, los autorretratos se vuelven más frecuentes, permitiendo que fotógrafos amateurs tengan la posibilidad de tomar fotografías de manera inmediata. De esta época se encuentran registros de “selfies” de famosos como los Kennedy.



… o Los Beatles, quienes solían sacarse fotos frente al espejo con distintos tipos de cámaras. Sin embargo, estos retratos están lejos de las selfies que hoy se pueden encontrar en las redes sociales.

El “autorretrato” muta a través de la historia y a medida que avanza la tecnología. Con la inauguración del segundo milenio, la práctica de las selfies se adapta a las cámaras digitales y en especial a la telefonía celular.



Con las redes sociales, vemos que la fotografía adopta un nuevo valor simbólico que se relaciona estrictamente con la imagen propia. Las imágenes que se capturan, están destinadas hacia los otros, cuentan quién es cada persona y todo lo que hacen, con el fin de lograr la aprobación del entorno en el que los millenials se desenvuelven. Por eso, hoy en día existen cada vez más aplicaciones para editar y aplicar filtros a las imágenes. La sociedad actual ha cambiado los modos de comunicar, y las selfies se han convertido en un medio de expresión.

Comprendiendo el impacto del fenómeno, Huawei ha logrado posicionarse como la compañía de celulares referente en cámaras fotográficas gracias a la innovación.



En marzo de 2016 Huawei firmó por primera vez una alianza con Leica, - compañía alemana que revolucionó la industria de la fotografía - para los modelos Huawei P9 y Huawei P9 Plus, ambos smartphones premiados a nivel mundial gracias a la configuración de la cámara dual.



Más tarde, el Huawei Mate 10 Lite llevó las selfies a otro nivel. Siendo el primer smartphone con doble cámara frontal, la cámara permite desenfocar el fondo (logrando un efecto Bokeh) y garantizar la mejor selfie. Mientras el lente principal captura la foto, el secundario hace posible el efecto artístico; así, ambas cámaras definen mejor los rasgos y capturan los mejores autorretratos. Además, entre otras características el Mate 10 lite incluye un flash inteligente que permite capturar las mejores selfies nocturnas, así como un modo belleza, que mejora la calidad de la imagen y aplica efectos de corrección sobre el rostro.

Los Smartphones de gama media y baja no se quedan atrás. El P Smart cuenta con una cámara frontal de 8MP que reconoce los rostros, es capaz de diferenciar géneros e incluye el modo belleza. Además, permite tomas fotografías a través de gestos, con el movimiento de la palma de la mano. Finalmente, el Huawei Y7 cuenta con una cámara frontal de gran definición y flash de tonificación LED o selfie toning. Una de las incorporaciones más interesantes de la cámara frontal del Huawei Y7 2018 son los lentes de realidad aumentada que le permiten al usuario cambiar fondos y aplicar cosplays, haciendo que las selfies sean más divertidas que nunca.

Todos estos smartphones abarcan el portfolio de productos que Huawei ofrece en el país, adaptándose rápidamente a las emergentes necesidades de su consumidor, haciendo la diferencia con productos de innovación y accesibilidad.

(*) Belén Igarzábal: Directora del área de Comunicación y Cultura de FLACSO y asesora de Huawei Mobile Argentina