Miremos al cielo

Los tres ejes del escenario de la infraestructura de las telecomunicaciones en Argentina, según Enrique Carrier

Artículo publicado por Enrique Carrier en Comentarios.info.

El escenario de la infraestructura de las telecomunicaciones en Argentina puede abordarse desde 3 ejes, cada uno con problemática propia: la fija, la móvil y la satelital. Con todos sus problemas, macro y sectoriales, la fija y la móvil han avanzado en los últimos tiempos. La satelital, sin embargo, parece no estar enterada de lo que sucede en el mundo.

En el caso de la infraestructura fija, que se encuentra en el proceso de migración del cobre hacia la fibra, es indudable la expansión de esta última, aún con obstáculos como el DNU 690, los problemas con la importación de equipos, el difícil acceso al crédito, las dificultades para la compartición de infraestructura pasiva, entre otros. Por el lado de la infraestructura móvil, la reciente adjudicación del espectro para 5G cerró una dura negociación que llevó meses y, más allá de las críticas, en adelante dependerá más de la macro (lo que no es poco). Esto incluye el acceso a divisas para la importación de tecnología, que, aunque esté garantizado en los papeles, la realidad puede ser muy distinta, como lo demuestra la reciente falta de combustibles en las estaciones de servicio. Sin embargo, la pata que se encuentra más atrasada es la satelital, en momentos en que la industria atraviesa una profunda transformación. Pero no en Argentina.

Para entender la desconexión de Argentina de lo que está sucediendo a nivel global, hay que tener en cuenta que el sector satelital está atravesando un período de crecimiento transformador. Luego de años en que el modelo satelital estuvo dominado por el video, está ahora evolucionando hacia uno centrado en datos. El gran impulsor de este cambio es sin dudas Starlink, pero no es el único. También juegan otras constelaciones LEO, como OneWeb (ya operativa) y otras por lanzarse en los próximos años, como Kuiper o Lightspeed. Pero, además, las constelaciones se suman a los despliegues de satélites de muy alto rendimiento (VHTS – Very High Throughput Satellites), como el Jupiter 3 o Viasat-3. Todo esto anticipa no sólo un aumento notable de la capacidad instalada, sino que también será la base de un marcado descenso de los precios de la conectividad satelital, algo que ya puede percibirse claramente en la actualidad.

Las proyecciones indican que de aquí al 2032, el crecimiento anual compuesto de la capacidad satelital (medida en Tbps) será del 31%, lo que dará un fuerte impulso al negocio de los datos. Algo que será particularmente notable en áreas no atendidas por las redes terrestres, sean cableadas o inalámbricas. A pesar del escenario tan favorable, en Argentina no se lo percibe. Constelaciones como Starlink todavía no pueden operar en el país, cuando sí lo hacen en Chile desde hace años. Y los satélites que pasan por Chile también lo hacen por Argentina, aunque en este caso, sin actividad.

Es importante destacar que Argentina es un mercado muy propicio para la conectividad satelital. Con la 8º superficie del mundo, pero una bajísima densidad poblacional, gran parte del territorio no tiene acceso a esta bonanza que sí capitalizan nuestros vecinos. En este sentido, hay que tener presente que un 7,5% de la población (aproximadamente 3,5 M de personas) vive en zonas rurales, donde la conectividad es nula o de baja capacidad. Esto afecta no solo a los individuos, sino también a las escuelas, comercios, actividades económicas diversas, centros de salud y la administración del Estado. También hay que considerar que alrededor del 75% de las exportaciones provienen de zonas remotas, donde se desarrollan actividades como la agropecuaria, minera o energética.

Paradójicamente, a pesar de la gran demanda insatisfecha que se encuentra en Argentina, la política satelital estuvo más enfocada en el desarrollo tecnológico local que en el de la conectividad ubicua. Fabricar satélites nacionales tuvo prioridad sobre la conectividad de las áreas remotas. Sin embargo, ambas aproximaciones no son excluyentes sino complementarias. Se pueden desarrollar satélites nacionales al tiempo que se facilita la operación de satélites extranjeros. Hay y habrá demanda para ambos.

Un dato no menor es que una de las grandes ventajas de esta tecnología es que una vez que un satélite está operativo, la conectividad está disponible (al menos técnicamente). Esto significa que, si satélites como los de Starlink estuvieran habilitados para operar en el país, el acceso a la conectividad sería prácticamente inmediato. Alcanzaría con recibir e instalar la antena receptora, configurarla y listo. Nada de esperar obras de infraestructura, como es el caso de las comunicaciones terrestres, donde hay que instalar postes y tender cables o montar estructuras de antenas. Se trata de la forma más rápida, y en muchos casos eficiente, de resolver la brecha digital geográfica, que en un país con las características de Argentina no es menor.

Lamentablemente, en la antesala de una elección presidencial que definirá las políticas para los próximos 4 años, este tema no figura en la agenda (al menos pública) de los candidatos. Por lo tanto, es una gran incógnita saber si Argentina está dispuesta a capitalizar las oportunidades que el satélite habilita.

Para cerrar, y como dato curioso, en Argentina las comunicaciones satelitales no están bajo la órbita del Enacom sino que atañen a la Subsecretaría de Telecomunicaciones y Conectividad, dependiente de la Secretaría de Innovación. Capricho de los organigramas estatales (y de la rosca política).

(*) Enrique Carrier: Analista de mercado especializado en Internet, informática y telecomunicaciones, con más de 20 años de experiencia en el sector tecnológico. Además, es el editor de “Comentarios”, el newsletter semanal y blog de Carrier y Asociados