El sueño de Programar una vida profesional y personal a futuro

Por Pablo Comuzzi - pabloc@canal-ar.com.ar
Ignacio Dodero es uno de los fundadores de una iniciativa destinada a insertar en el mundo laboral a chicos de bajos recursos. Y se inclinaron por contenidos tecnológicos como vía para lograrlo. Desde 2008 capacitaron a 650 jóvenes, y su objetivo es formar a mil por año. Afirmó a Canal AR que dar forma y sustentabilidad a un proyecto que a todos les parecía imposible “no tiene precio”

Seiscientos cincuenta chicos formados en tecnología, tener presencia en tres provincias y llevar a cabo acciones conjuntas con gobiernos, fundaciones, empresas y organizaciones de base, representan los datos objetivos del proyecto Programar. Nacida hace cuatro años, esta iniciativa cumplió con varios de sus objetivos iniciales, como insertar en el mundo laboral a chicos de bajos recursos, ayudar a satisfacer la demanda de recursos de un segmento muy necesitado de personal, y mostrar a los alumnos un mundo nuevo de posibilidades personales y profesionales. Todo eso con un presupuesto anual de tres millones de pesos, el 0, 026% de los 2.843 millones de dólares que facturó la industria del software en Argentina durante 2010, según datos de la Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos de Argentina (CESSI).

“El 80% de los chicos no imaginaba trabajar de lo que realmente le gustara”.

La iniciativa surgió en 2008, cuando cuatro personas se propusieron trabajar para bajar el desempleo juvenil, situación que por ese entonces afectaba a entre uno y dos millones de personas. En base a un estudio de la Universidad de San Andrés y la consultora Prince&Cooke, tomaron nota de la enorme necesidad del sector informático nacional, que tenía entre 5 mil y 10 mil puestos vacantes, cifras que iban a duplicarse en el próximo lustro.

Luego buscaron casos similares a nivel mundial, y así dieron con una ONG brasileña llamada BluSoft. En base a ver lo que hacían en Blumenau, realizaron su primera prueba piloto con 50 chicos, que participaron de un curso de 500 horas, de las cuales 400 estaban destinadas a cuestiones técnicas, como soporte y lenguaje JAVA; y 100 a Desarrollo Humano y Profesional, e inglés, vinculado a inculcar conocimientos sobre motivación, trabajo en equipo, liderazgo, cómo preparar un CV, o ir a una entrevista de trabajo grupal e individual.

"Lo empezamos a hacer con mucho miedo, pero funcionó bastante bien", sostiene Ignacio Dodero, actual director ejecutivo de Programar y uno de los cuatro fundadores del proyecto. De camisa, jean y zapatillas deportivas, recibió a Canal AR en las oficinas que la organización posee en Buenos Aires, desde donde pueden ven las refinadas terminaciones de uno de los laterales del Teatro Colón.

Después llegó el momento de buscar fondos. Por ese entonces contaban con el apoyo exclusivo del Banco Industrial, al que se sumaron Microsoft, MercadoLibre, Accenture, Pragma, Fundación Caminando Juntos, y los gobiernos de Salta, Córdoba y la Ciudad de Buenos Aires. "Ahora estamos viendo de cerrar algo con el Ministerio de Trabajo de la nación, y la provincia de Buenos Aires", comentó. No obstante, ni la CESSI o CICOMRA, dos de las cámaras empresarias que hoy en día más critican a las Universidades por la falta de profesionales capacitados, decidieron colaborar en Programar.

Gracias a ese respaldo financiero, en 2009 pasaron a 200 alumnos e incorporaron a su currícula PHP y .Net, y un año más tarde llegaron a los 400 estudiantes y abrieron cursos de bases de datos SQL y de alfabetización digital, así como nuevas sedes en los barrios de Chacarita y La Boca, y en las provincias de Salta y Córdoba. Según Dodero, el objetivo es permitir la inserción laboral de chicos que no pueden acceder a una carrera universitaria, y la iniciativa se encuentra en continuo crecimiento y autoevaluación para ver cómo garantizar mayores oportunidades de conseguir un empleo. "De ahí para atrás, nos permitimos cuestionar todo", aclara.

Una de las claves para el éxito de la iniciativa es la difusión, por lo que recurren a todos los medios gratuitos que les ofrecen un espacio, sumado a acciones concretas como pasacalles, afiches de vía pública, ONGs, y el próximo paso es sumar a iglesias, sinagogas y templos evangélicos, a fin de llegar a más chicos. La otra pata es la selección, que demanda cerca de un mes, en el que a cada postulante se le toma un examen de lógica, matemática, abstracción y concentración, un test vocacional y un psicotécnico, a cargo de un psicólogo, y un socio ambiental. Y entre los requisitos se incluye que tengan entre 17 a 25 años, y el secundario completo. "Ese es un gran filtro. Si bien tienen la edad, repitieron tres veces o están en una nocturna, y no pueden entrar", reconoce Dodero. Se calcula que de diez jóvenes que se presentan, sólo dos acceden a los cursos.

Sin embargo, el entrevistado resalta que, a diferencia de otras instituciones educativas o programas empresariales, el curso de Programar presenta las ventajas de durar sólo cinco meses, estar en la zona de influencia de los interesados, y por ser una fundación y un proyecto social, alcanza una difusión que ninguna empresa puede tener. "Tener flyers y estar en un recital de rock, o que el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires envíe un spam a chicos en orfanatos o casas de familia, nos da una cobertura muy amplia", señaló.

- ¿Por qué decidieron que el proyecto se base en la reinserción laboral a través de asignaturas relacionadas a tecnología?

- En 2008 veíamos el desempleo juvenil y nuestra primera hipótesis era que en tecnología había una demanda insatisfecha muy grande. Lo cuestionamos y validamos que ese segmento tenía el mayor faltante de recursos humanos. Habíamos considerado como opción la bioquímica o bioingeniería, pero tecnología estaba en un default que necesitaba gente ya, y se preveía que iba a crecer muy rápidamente en Argentina.
El software nos parecía una apuesta segura, y queríamos que los chicos tuvieran trabajos de primera calidad. Por eso salimos de los oficios tradicionales. Nos gustaba la idea de que desarrollen capacidades intelectuales no solo para el trabajo, sino para su vida.

- ¿En base a esa primera experiencia piloto, qué cuestiones fueron reformulando?

- Estamos viendo reformular varias cosas. Por ejemplo, el primer curso era de jornada completa, de casi ocho horas diarias de clase. En 2009 y 2010 lo redujimos a cinco, y para este año pensamos que sean tres veces por semana, para maximizar la ecuación general del proyecto: que menos chicos deserten y que más entren. Y tenemos que ver cómo resolver el problema de la falta de docentes.

- ¿Eso último a que lo atribuyen?

- El tema es que faltan profesionales en la industria. No lo preveíamos. Pensábamos que pagando un sueldo razonable, superior a los 3 mil pesos, íbamos a contar con docentes, pero cada vez que empiezan los cursos nos encontramos con ese problema.

Como alternativa, probaron que los jóvenes que se egresaban se incorporaran al staff de profesores. No obstante, Dodero confió que prefieren dejar de lado esa opción: "Si bien los chicos tienen el conocimiento técnico, les falta experiencia de calle que sí tiene un docente de afuera". En su lugar, fomentarán entre los alumnos que se reciban a que se sumen como ayudantes, y así mantener al frente de la clase a un profesional técnico, con conocimientos de la industria.

Otras ideas que andan dando vuelta es la de crear cursos de alfabetización para chicos de menor edad, "ir al semillero", ofreciéndoles una capacitación más básica, como un paso previo a las 500 horas. De esa forma, esperan sumar más gente y bajar la deserción, que está en el orden del 20%. Y un punto pendiente es fomentar la relación con los brasileños de BluSoft, que hasta ahora se limitó a algunos mails y saludos de fin de año. "Podríamos organizar algo en febrero y marzo, para coincidir con el carnaval de Brasil", bromeó Dodero, quien rápidamente retomó una pose más seria: "Nosotros evolucionamos un montón en los últimos años, y seguramente ellos también. Podemos compartir experiencias valiosas".

- ¿Con qué condicionamientos sociales vienen los chicos que participan de los cursos?

- En 2008 casi un 50% eran chicos que venían de villas, un 30% de barrios obreros y 20% de zonas marginales. En su mayoría, cargan con contextos difíciles, como ser madres solteras, o que con 18 años son el sostén de hogar, o que quedan embarazadas durante el curso, o son golpeados.

- ¿Cómo tratan esos casos?

- Con el tutor, un psicólogo o psicopedagogo con el que los alumnos tratan sus problemas, y muchas veces los contienen. Cuando una chica queda embarazada, la primera reacción es dejar el curso. El tutor es el que les dice que para tener un ingreso y mantener a su hijo tienen que recibirse, y así conseguir un empleo.
Trabajamos con chicos con ciertos problemas sociales, pero no con los casos más marginales. Si le estás exigiendo que terminen el secundario, significa que por suerte no se quemó fumando paco. Y el test psicotécnico y el socioambiental permiten ver que la familia les den un marco de apoyo.

- ¿Los tutores están desde el inicio del proyecto?

- Los tutores sí, pero lo que sumamos fueron los test psicotécnicos, a raíz de que un alumno amenazó de muerte a uno de los docentes. Nos pareció que valía la pena incluirlo (se ríe). Lo que pasó es que en un taller de desarrollo humano estaban trabajando sobre problemas personales, el chico se tomó algo o a mal y le dijo a la tutora `qué carajo sabia de su vida´.

Sin embargo, no fue el único caso que les hizo ver la necesidad de darles un mayor acompañamiento a los alumnos. En 2008 la primera camada de egresados realizó una visita a las oficinas de Accenture. Y hubo algunos inconvenientes no previstos: de los 20 que fueron, llegaron 3. El resto o se perdió en el subte, se asustó con el guardia de seguridad, al que confundieron con un policía, o le tuvieron miedo al ascensor. "Ese ese fue el detonante para incluir desarrollo humano y profesional, e ir a las empresas durante el curso", explicó Dodero.

- ¿Notaron que en este tiempo las compañías miran a Programar de otra forma?

- Las empresas están abiertas a recibir chicos de Programar, pero porque necesitan programadores. Nunca queda claro cuál es el componente del interés de negocios, versus el social. Pero insistimos en que no lo hagan por RSE, sino porque son buenos. Pero está el paradigma de que como vienen de lugares humildes, van a robar. Es algo contra lo que tenemos que luchar.
También es difícil saber si nosotros tenemos un mayor nivel de madurez. Hace cuatro años éramos cuatro personas que queríamos sacar a 50 chicos de las villas de La Matanza y traerlos a Capital Federal. La gente nos decía: ´no sabemos quien sos, qué haces, y no voy a meter a un chico de la villa en mi oficina de Recoleta, por más que les encantaba la idea. Hoy podemos decir que tenemos más de 400 egresados, de los cuales hay 300 trabajando.

Pese a todas las barreras que tienen y tuvieron que sortear, Dodero afirma que la mayor satisfacción que le dejó el proyecto es que le dijeran en un principio que era algo imposible, y poder demostrar lo contrario. "Es algo que no tiene precio", dice. Incluso, analiza su salida de Programar, dejándole a su sucesor el manejo de 50 empleados, un presupuesto de tres a cuatro millones de pesos y 1.000 chicos cursando por año.

- ¿Y qué le gustaría hacer después?

- Estoy viendo. Seguramente haga algo relacionado a la tecnología.


Más información: www.programar.org.ar.