Vivimos la era en la que la inteligencia artificial dejó de ser una promesa futurista para convertirse en una capa transversal que reconfigura productos, servicios y expectativas. En ese contexto, la llegada de la línea Intel Core Ultra Series 2 no es solo un lanzamiento más: es una declaración de intenciones sobre cómo deben diseñarse las PCs para ofrecer valor real hoy y mañana.

Primero lo obvio: la potencia. El tope de gama de la serie, el Intel Core Ultra 9 285K, articula una promesa técnica que impacta de forma directa en la experiencia del usuario: 24 núcleos, frecuencia turbo de hasta 5.7 GHz, hasta 40 MB de caché y una NPU capaz de 13 TOPS para acelerar tareas de IA. Esa combinación no es solo una ficha técnica impresionante; significa tiempos de respuesta más cortos, flujos creativos menos interrumpidos y capacidad real para soportar cargas profesionales sin recurrir a soluciones externas.

Pero el debate no debería quedarse en los números. Lo relevante es la estrategia: Intel integró IA en el silicio, no como accesorio, sino como funcionalidad nativa. Eso cambia las reglas para usuarios y vendedores. Para el usuario significa que muchas tareas intensivas —desde edición de video y render hasta optimizaciones en tiempo real durante la edición fotográfica o la compilación de código— pueden ejecutarse más rápido y con menor consumo energético porque parte del trabajo queda resuelto en el dispositivo. Para el canal comercial, representa un argumento de venta diferenciador frente a equipos que aún apuestan por aumentar sólo frecuencia o núcleos sin una integración eficiente de IA.

Me parece importante subrayar dos ideas prácticas para quienes venden tecnología: primero, la narrativa de producto debe moverse del “más rápido” al “más inteligente”. A los clientes ya no les basta con benchmarks; quieren soluciones que mejoren su día a día. Comunicar que una estación de trabajo o una laptop incorpora una NPU capaz de acelerar modelos locales y procesos creativos aporta un beneficio tangible en la conversación comercial. Segundo, existe una ventana para upselling estratégica: ofrecer configuraciones que prioricen la IA integrada —no sólo el mayor número de núcleos— permite capturar clientes que valoran longevidad y eficiencia.

Integrar IA en el chip plantea preguntas sobre el ecosistema de software: ¿están listos los principales paquetes creativos y las herramientas profesionales para explotar esa NPU de forma homogénea? ¿Cómo se traducen esos 13 TOPS en mejoras concretas para distintos perfiles de usuario? El fabricante y los desarrolladores deberán trabajar en sinergia para que la promesa se materialice más allá de demos y pruebas sintéticas. Existen beneficios en creatividad, multitarea y eficiencia energética, pero esa promesa exige adopción y optimización en las aplicaciones que usan los clientes.

Finalmente, una reflexión comercial y ética: la tecnología que alarga la vida útil de un equipo y reduce consumo no es sólo una ventaja competitiva: es un compromiso con un consumo más responsable. Vender un equipo que aguanta mejor las demandas futuras contribuye a frenar la obsolescencia acelerada y dota a la oferta comercial de un relato más sostenible.

En síntesis: si sos un vendedor, integrador o simplemente alguien que recomienda equipos, conviene prestar atención. La Intel Core Ultra Series 2 no solo eleva cifras, propone un cambio de enfoque: la PC como plataforma inteligente y autónoma. Aprovechar esa ventaja implica contar historias de producto que expliquen beneficios reales —velocidad, eficiencia, vida útil y productividad— y exigir al ecosistema software que haga lo propio. Quien domine esa narrativa podrá convertir especificaciones en ventas y en ventaja competitiva en un mercado que ya no compra potencia por sí sola, sino soluciones que trabajen a favor del usuario.

Es momento de elegir con criterio. Es momento de elegir IA en el chip.

(*) Rodrigo Texeira: Product Manager en Air Computers