La historia de los 730 días del SUBE

Por Pablo Comuzzi - pabloc@canal-ar.com.ar
Hace poco más de dos años, la presidenta Cristina Fernández anunciaba que en 90 días funcionaría en colectivos, trenes y el premetro el Sistema Único de Boleto Electrónico, resolviendo una vez por todas la falta de monedas. El proceso no estuvo exento de polémicas, críticas y reajustes, y todavía no opera en el 100% de las unidades

Era febrero de 2009, plena crisis por la falta de monedas. El tema estaba en la tapa de todos los diarios, en boca de todas las radios y abundaban las crónicas de los noticieros, que hablaban de los negocios paralelos de las empresas de colectivos y puesteros de las terminales, o las colas interminables en los bancos. Resuelta a terminar de una vez por todas con ese flagelo de los pasajeros de Capital Federal y Gran Buenos Aires, la presidente Cristina Fernández presentó en la Quinta de Olivos el plan del Sistema Único de Boleto Electrónico (SUBE), funcionaría en los próximos 90 días.

El SUBE quedó en medio de cruces, atrasos y fechas que no se cumplieron.

Del acto oficial participaron el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, el ministro de Planificación, Julio De Vido, y el ex jefe de Gabinete, Sergio Massa. La mandataria detalló que se instalarían 17 mil máquinas, cada una costaría 4 mil dólares, que los costos correrían por cuenta del Estado nacional (200 millones de pesos) y que abarcaría colectivos, subtes y premetro. Pasaron más de 730 días, y si bien los equipos ya fueron instalados en la mayoría de las unidades, suelen estar fuera de servicio, o con algún papel que dice “No funciona”.

A continuación, un repaso de la historia del SUBE. A poco más de un mes del discurso de la Presidenta, el diario La Nación informó que no se había llamado a licitación y no estaban los pliegos, por lo que el objetivo inicial de los 90 días difícilmente se cumpliría.

Recién en abril la empresa de servicios del Banco Nación a cargo de la puesta en marcha del boleto electrónico presentó la primera de las cuatro licitaciones, donde solicitó cinco millones de tarjetas. Luego pediría las lectoras y el software de gestión. Faltaba poco para la fecha original: el 6 de mayo. Cuando llegó el tan esperado día, desde la Casa Rosada salieron a aclarar que, en realidad, Fernández se refirió a días hábiles.

En julio se sumó otro problema, cuando la Cámara Argentina de Industrias Electrónicas, Electromecánicas, Luminotécnicas, Telecomunicaciones, Informática y Control Automático (CADIEEL) le aceró un petitorio a la Jefa de Estado porque consideraba que las PyMEs no tenían posibilidad alguna de participar del proyecto. Afirmaron que estaba dirigida a grandes empresas, "ya que sólo ellas cuentan con un patrimonio neto de 15 millones de dólares y pueden acreditar la existencia de 10 mil maquinas instaladas en el extranjero”.

En vista de las críticas, objeciones e inconvenientes que se generaron, la Secretaría de Transporte indicó que la nueva fecha tope sería el 22 de junio, a tan sólo 6 días de las elecciones legislativas, en las que el kirchnerismo sufrió una dura derrota a manos de la oposición.

El 19 de ese mes aparecieron las promotoras y puestos del SUBE en las estaciones de subte y varios puntos estratégicos de la ciudad, donde se entregaban gratuitamente las primeras 50 mil tarjetas; y se anunció que se podían empezar a usar en algunas líneas de colectivos. No obstante, desde Clarín señalaron que en realidad se habían unificado tres sistemas ya existentes bajo el rótulo del SUBE: Monedero aportó la red de subtes, el premetro, el ferrocarril Urquiza, y las líneas de colectivos 5, 8, 50 y 101; el grupo Plaza contribuyó con las líneas 61 y 62; mientras que Ferrovías hizo lo propio con el Belgrano Norte.

Llegó diciembre, y con el mes de las fiestas apareció la primera validadora nacional para el SUBE, fabricada PyMEs agrupadas en CADIEEL. El gerente de la cámara empresaria, Claudio Krämer, destacó que se trataba de un claro ejemplo de “cómo la articulación entre Estado e industrias argentinas permite importantes logros que garantizan el desarrollo tecnológico del país”, dando por terminado el cruce con el Gobierno nacional.

En febrero de 2010, a más de un año del anuncio en la Quinta de Olivos, las autoridades hicieron un nuevo llamado a licitación para la compra de ocho mil máquinas para los colectivos, que esta vez sí cumplía con las expectativas de las pequeñas y medianas empresas locales. En esta oportunidad, el pliego costaba 30 mil pesos, contra los 200 mil del anterior, y se exigía un patrimonio neto de 1.500 pesos por equipo ofertado, frente a los 15 millones de la licitación previa. Habían pasado más de 365 días, y el SUBE funcionaba en las líneas de colectivos 5, 8, 20, 50, 61, 62 y 101, subtes, y los ferrocarriles Urquiza y Belgrano Norte.

El año siguió avanzando, y para principios de octubre el Secretario de Transporte de la Nación, Juan Pablo Schiavi, aprobó el Protocolo de Participación del SUBE, en el que intervienen los prestadores de los servicios, para la plena vigencia del dispositivo. Además, los funcionarios informaron que en las próximas semanas se integrarían 1.365 unidades más, mientras que otros 6.000 colectivos ya contaban con el equipo. El objetivo era llegar a diciembre con 10 mil dispositivos colocados, para poner en marcha definitivamente al sistema.

Hace relativamente poco tiempo, el 21 de enero, Schiavi aseguró que el SUBE estaba operativo y que "paulatinamente se va incorporando a todas las líneas del sistema metropolitano de transporte de pasajeros", e informó que se habían sumado las líneas 132, 80 y 47. En total, había 2 mil máquinas funcionando, de 10 mil instaladas. Explicó que se van conectando día a día, y que “es un proceso que demanda su tiempo”.


Más información: www.sube.gov.ar.