Voto electrónico: posibilidades y obstáculos en un año electoral

A pesar de que a nivel local son numerosas las experiencias realizadas de e-voto, todavía no existe un horizonte concreto de aplicación nacional. Las causas se relacionan con cuestiones socio-políticas más que por razones tecnológicas. Por Lucas Jolías

2011 será un año político interesante: el ciudadano promedio tendrá que elegir intendente, concejales, gobernador, senadores y diputados provinciales, presidente y vice, y senadores y diputados nacionales. Pero eso no es todo, además tendremos internas partidarias, pre-internas, colectoras, desdoblamiento de elecciones, y al terminar el domingo electoral de octubre seguramente una o dos semanas de protestas por fraude. Cada cuatro años el escenario es similar y cada dos, un poco menos complejo. Sin embargo, ese entramado de elecciones es uno de los valores centrales (sino el central) de la democracia como régimen político. ¿Por qué no simplificar ese proceso por medio de la aplicación de tecnologías al proceso electoral?.

A la actualidad, se realizaron más de 25 experiencias de e-voto (ya sean vinculantes o no, experiencias o experimentos) y son siete las provincias que poseen una ley de voto electrónico. A pesar de ello, no es una política primordial en la agenda del gobierno central. Prueba de ello es la ausencia del tema en la última reforma electoral. El principal impedimento para su aplicación es de tipo político-cultural, originado fundamentalmente en el temor por parte de los dirigentes “tradicionales” a la pérdida del control del sistema y al debilitamiento del clientelismo (mucho o poco, dependerá de otros factores).

Algunos expertos agregan el hecho de que la gran mayoría de los electores no poseen alfabetización tecnológica, aunque la simpleza del proceso, las experiencias realizadas y estudios académicos no apoyan esta visión. Cuando se implementó el sufragio universal en nuestro país, gran parte del electorado no sabía leer ni escribir. Más que un impedimento hay que ver la oportunidad de sensibilización del voto electrónico en la lucha por la inclusión digital y el desarrollo integral de la sociedad, en el marco de la Sociedad de la Información y el Conocimiento. Por otro lado, el voto electrónico ha sido exitoso en países con menores niveles de alfabetización que el nuestro, como la India, Brasil, Venezuela o Filipinas.

Lucas Jolías es Licenciado en Ciencia Política (USAL) y candidato a magíster en Ciencias Sociales (FLACSO). Director de PrincePolls, empresa de Opinión Pública y consultoría política. Realizó estudios de metodología para el Análisis Político en la Universidad de Salamanca (España). Es docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes y coordinador académico del Diplomado Internacional en Gobierno Digital en el Instituto Tecnológico de Monterrey (sede argentina).

Implementar el voto electrónico presencial (el voto electrónico remoto es sólo una posibilidad futura) para los sufragios nacionales, provinciales o municipales puede ayudar a hacer más eficientes y transparentes los comicios, al minimizar errores que generan voto anulado (sin intención) y votos recurridos. Asimismo, el sistema aumenta considerablemente la velocidad de obtención de cómputos finales provisorios.

Como lo han demostrado varias experiencias, el sistema facilita las auditorias por parte de los partidos políticos o autoridades de la justicia electoral, como lo expuso la revisión hecha en Venezuela hace un par de años. No hubo ninguna voz que dijera que inspeccionar el sistema haya sido un problema. Y eso que los ánimos no eran calmos.

En la actualidad, algunos sectores académicos y políticos están empezando a discutir la posible aplicación de “boleta única” en Argentina, y todos ellos remarcan que el principal inconveniente está dado por la complejidad en el “armado” de las listas y la agregación de preferencias por parte de los votantes. De continuar esta tendencia, el voto electrónico se convertiría en una herramienta imprescindible para simplificar el proceso, tanto para los ciudadanos como para el recuento de votos.

En el largo plazo y conjuntamente con otras alternativas de participación, más que la eficiencia del sufragio, puede esperarse la construcción de ciudadanía y la recreación de una esfera pública más independiente de medios, encuestas, o propaganda política. Con esto no estamos diciendo que la democracia directa sea un ideal a alcanzar y menos un “asambleísmo electrónico permanente”, sino todo lo contrario: el objetivo es buscar nuevos mecanismos de participación en los límites de la democracia representativa.

Como señaló Joan Subirats, las elites políticas que nos representan han de moverse en los márgenes institucionales que son propios de regímenes democráticos pero la historia demostró que esos límites acostumbran a ser amplios, y que con endebles mecanismos de participación y control popular, la discrecionalidad de las élites para interpretar su mandato de representación -incluso en decisiones de contenido estratégico o de gran significación- es muy notoria.

Aquellos que pensamos que la mejora en la calidad de la democracia consiste en la búsqueda de nuevos mecanismos de participación que perfeccionen los canales tradicionales, debemos ser capaces de justificar que participación ciudadana y eficiencia son conceptos complementarios. Sin dudas que la aplicación del e-voto, así como muchas otras políticas, afecta intereses sociales muy arraigados. Sin embargo, y a pesar de que existe un relativo consenso en al ámbito técnico, difícilmente se podrá avanzar si no se abre el debate al conjunto de la sociedad con la finalidad de discutir sus posibilidades y obstáculos de manera colaborativa.


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