¿Cuándo llega 5G?

Opina Enrique Carrier sobre las expectativas de la tecnología 5G en la industria de las telecomunicaciones

Artículo publicado por Enrique Carrier en Comentarios.info.

Años atrás, cuando aún no se había lanzado comercialmente, la tecnología 5G se presentaba como el paraíso de las telecomunicaciones. Se la promocionaba como una suerte de fibra óptica sin cables, gracias a sus capacidades de ancho de banda, baja latencia y alta densidad de conexiones. Claro que alcanzar ese paraíso no era gratis: se necesitaban nuevas bandas de espectro, equipamiento y software en toda la red, además de mucho despliegue de fibra. “El que quiere celeste, que le cueste”, dicen. Sin embargo, hoy, a seis años de su primer lanzamiento comercial a escala (en Corea del Sur en 2019), 5G ha cumplido menos promesas que un político en campaña.

Se podrá argumentar, y con razón, que 5G registró las tasas de adopción más rápidas entre las distintas generaciones móviles. Pero, aun así, no ha logrado alterar significativamente el escenario de las telecomunicaciones ni generar nuevos ingresos significativos, a pesar de haber impulsado importantes inversiones, tanto en infraestructura como en espectro.

Esto se debe, en parte, a que 5G no estuvo en condiciones de cumplir sus promesas desde el inicio. En realidad, la tecnología 5G se desarrolla por tres etapas. La primera, y más difundida, es 5G NSA (Non Stand Alone), que se apoya en la red 4G (LTE) para funciones de control, pero incorpora radio 5G para mejorar el ancho de banda y la capacidad de conexiones simultáneas. Por lo tanto, no es un 5G “puro”, sino una evolución de 4G. Esta es la versión dominante ya que todavía varios países están en la etapa inicial de la adopción de esta tecnología.

Luego viene 5G SA (Stand Alone), que sí puede considerarse como 5G real, ya que es una implementación completamente independiente de 4G, tanto en la red de acceso (radiobases) como en el núcleo (core). Aquí no solo mejora el ancho de banda, sino que se habilitan latencias bajas y funciones como el network slicing. Esta última resulta atractiva para los operadores, ya que permite crear redes virtuales independientes dentro de una misma red física. Cada una puede tener características específicas (velocidad, latencia, seguridad, etc.), lo que optimiza su uso y habilita nuevos productos: redes dedicadas a industrias, ciudades, eventos, entre otros. Es un paso previo necesario para experiencias industriales, IoT masivo y otros usos más sofisticados. Esta segunda etapa es la que actualmente se está desplegando en mercados más desarrollados.

Finalmente, está 5G-A (Advanced), también conocida como 5.5G. Es la versión que promete las mejoras más notables: velocidades de hasta 10 Gbps, latencias del orden del milisegundo (como se prometía en un inicio), incorporación de inteligencia artificial en la red, integración de IoT masivo de bajo consumo, habilitación de vehículos autónomos y más. Esta variante apenas empieza a implementarse en algunos países, y por ahora sólo a nivel local o regional.

Por supuesto, esta evolución no viene sin costos adicionales al primer despliegue de 5G (NSA). Para avanzar hacia 5G SA se requiere una inversión considerable: implementar un core 5G, actualizar radiobases, incorporar nuevo software e integrarlo todo. Y para pasar de 5G SA a 5G-A, se suman más actualizaciones de radio, incorporación de IA, automatización de la red, despliegue de edge computing y nuevos centros de datos locales o regionales.

En otras palabras, la llegada del 5G en todo su potencial es un proceso gradual, que no sólo lleva tiempo, sino que exige grandes inversiones. Y lo que no llega con la misma velocidad es su recupero. En el mercado masivo, las mejoras que ofrece 5G en un smartphone no son demasiado visibles para el usuario. Poco se puede hacer con 5G que no se pueda hacer con 4G de forma similar. Por eso, no genera ingresos significativamente mayores para los operadores. En el ámbito industrial o público, disponer de una red con nuevas capacidades no basta: del lado de los clientes, se requieren reingenierías, nuevos dispositivos, nuevas aplicaciones y su integración con sistemas existentes. Un proceso costoso y lento y que no depende sólo del operador.

Así las cosas, hasta ahora el impacto más tangible de 5G en los ingresos de los operadores no vino del lado de la movilidad, sino de la banda ancha fija. Esto gracias a FWA (Fixed Wireless Access o acceso fijo inalámbrico), que les permite competir en el mercado de ISP fijos con un nuevo producto. Aunque, por ahora, los costos del equipamiento en el hogar del cliente siguen siendo una barrera para una adopción más rápida.

En definitiva, a más de medio lustro de su lanzamiento comercial, la tecnología 5G sigue lejos de materializar sus promesas originales. No es que no vayan a cumplirse eventualmente, pero los operadores necesitarán paciencia y espalda financiera para llegar a ese punto. Algo a tener muy en cuenta por operadores, proveedores… y también por los reguladores.

(*) Enrique Carrier: Analista de mercado especializado en Internet, informática y telecomunicaciones, con más de 20 años de experiencia en el sector tecnológico. Además, es el editor de “Comentarios”, el newsletter semanal y blog de Carrier y Asociados