Humanismo digital: el rol de las personas en la era de la inteligencia artificial
22 de Septiembre de 2025Escribe Cristian Deferrari, Head de infraestructura de Naranja X
Cada vez que abrimos una app, pedimos un préstamo desde el celular o recibimos la respuesta de un chatbot, estamos experimentando cómo la inteligencia artificial redefine nuestras actividades diarias. En este mundo cada vez más digital, su presencia constante transforma profundamente nuestra forma de comunicarnos, decidir y colaborar.
Como en cada revolución tecnológica, la IA trae consigo varios desafíos, e interrogantes. El más importante y universal: ¿qué lugar ocupamos las personas en este cambio?
Tradicionalmente, se ha medido la tecnología por cómo mejora la productividad y la eficiencia. Sin embargo, esas métricas no alcanzan para entender lo que aportan las personas en una organización. Si solo miramos las tareas dejamos afuera todo aquello que realmente crea comunidad y propósito, como la sensibilidad, la escucha y el criterio que se gana con la experiencia.
Usar la tecnología, no significa reemplazar personas, sino darles más herramientas. Herramientas que les permitan enfocarse en lo que realmente importa: resolver problemas, innovar, generar impacto. Cuando un colaborador automatiza lo repetitivo y gana tiempo para pensar, o cuando alguien sin formación técnica puede crear gracias a la IA, estamos democratizando el conocimiento y ampliando el acceso.
Aquí es donde se impone un cambio de paradigma clave: el humanismo digital. Más que una idea teórica o un enfoque organizacional, es una práctica que pone en el centro lo que nos define como seres humanos: la empatía, la confianza, la colaboración, la ética. Frente al falso dilema de “personas o máquinas”, la clave está en integrarlas con sentido y comprender cómo la tecnología puede acercarnos y potenciarnos.
De acuerdo con McKinsey, solo el 12% de los trabajadores que utilizan IA pertenecen a roles técnicos tradicionales, mientras el 88% restante la emplea para optimizar tareas rutinarias genéricas. En efecto, cerca del 75% del valor que la IA puede aportar a las empresas se genera en funciones transversales como atención al cliente, ventas, ingeniería de software e I+D.
Pero más allá de los números, el verdadero potencial de la IA radica en su capacidad para amplificar nuestras habilidades humanas para entablar vínculos reales y significativos. Por eso, hablar de transformación digital sin hablar de cultura es quedarse a mitad de camino. No hay adopción tecnológica sostenible si no está guiada por valores. La amistad, la empatía, la confianza y la oportunidad no son eslóganes, son el marco ético que nos permite diseñar sistemas que comprenden, respetan y conectan.
La IA no tiene por qué ser una tecnología fría. Puede ser cercana. La podemos pensar cercana. Puede aprender a anticipar sin invadir, sugerir sin imponer, asistir sin reemplazar. Puede ser, en definitiva, una aliada para construir entornos más humanos.
Pero eso exige una infraestructura que vaya más allá de lo técnico. No alcanza con tener arquitecturas serverless o soluciones en la nube. Lo importante no es solo qué tecnología usamos, sino para qué la usamos. Si está al servicio de una cultura que valora el aprendizaje colectivo, la colaboración genuina y la creación de soluciones útiles, entonces estamos en el camino correcto. Porque el futuro no será más humano a pesar de la tecnología, sino gracias a cómo decidamos integrarla a nuestra forma de vivir, trabajar y convivir.
(*) Cristian Deferrari: Head de infraestructura de Naranja X