¿Qué debe hacer la escuela para que las mujeres accedan a las Ciencias de la Computación?

Escribe Mariana Labhart asesora de la Iniciativa Program.AR, Fundación Sadosky

El 11 de febrero es el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Esta fecha nos obliga a recuperar las desigualdades de género presentes en las ciencias en general y en las Ciencias de la Computación (CC) en particular. Para pensar estas desigualdades los estudios de género pasaron de considerar a las mujeres como problema –¿qué les pasa a las mujeres que no les interesa la ciencia?– a dirigir el problema hacia la conformación de las ciencias: ¿qué le ocurre a la ciencia que las mujeres no pueden acceder? (Harding, 1996 citado en Ortmann 2019).

Según un Informe de la UNESCO de 2019, las mujeres y las niñas tienen un 25% menos de probabilidades que los hombres de saber aprovechar la tecnología digital para fines básicos, 4 veces menos de saber programar computadoras y 13 veces menos de solicitar una patente tecnológica. En un momento en que todos los sectores se están convirtiendo en sectores tecnológicos, estas brechas deberían hacer que dirigentes políticos, educadores y ciudadanos de a pie se “sonrojen” alarmades.

Una diversidad de informes publicados por organismos internacionales e investigaciones nacionales dan cuenta de la desigualdad vigente a través de datos. Según un estudio realizado por CEPAL (2022), aunque en América Latina y el Caribe se ha observado un incremento en el acceso, la permanencia y la conclusión de las mujeres en todos los niveles del sistema educativo en las últimas décadas, hay brechas de género importantes en cuanto a la participación de las niñas y las jóvenes en el campo de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas en todos los niveles de la educación.

El informe de la Unesco (2019) muestra cómo la desigualdad en el acceso al equipamiento, la conectividad y los saberes aumentan la brecha digital y cómo esta inequidad agrava la brecha de género: al tener las mujeres menos oportunidades de estar en contacto frecuente y sistemático con estos conocimientos, tienen menos oportunidades de interesarse por estos temas a lo largo de su vida, participar de los espacios de formación profesional y ejercer como tales en dicho ámbito. Esto hace que estén cada vez menos presentes en los núcleos de generación de tecnología, conocimiento e información y accedan en mucha menor proporción a los trabajos calificados y de buenos ingresos que ofrece el sector. Es decir, que el menor acceso de mujeres a la tecnología digital afecta negativamente su desarrollo económico y oportunidades de participación y liderazgo en posiciones de decisión.

Por otra parte, la propia conformación de las ciencias exactas (herederas del modelo positivista) está atravesada por desigualdades de género, dado que fueron ocupadas históricamente por un sujeto social particular: varones occidentales, heterosexuales y de clase media o alta que aplicaron el método científico a los problemas que consideró relevantes ese sujeto particular, dejando afuera una amplia variedad de conocimientos que no responden a lo que el positivismo entiende por ciencia. (Ortamnn 2019)

En este sentido, es importante no centrar las justificaciones sobre las diferencias de acceso a las ciencias exactas en la falta de interés de las mujeres en las temáticas. La ciencia y la tecnología son actividades sociales, es necesario entonces reconocer las desigualdades presentes en ellas y modificarlas (Harding, 1996 citado en Ortmann 2015).

¿Hay algo que debamos hacer desde la escuela para achicar la brecha de género?


Un estudio realizado en escuelas primarias de Córdoba (Martinez et al., 2015 citado en Echeveste et al., 2021) comparó el desempeño de varones y mujeres en Ciencias de la Computación (CC) en dos escuelas: en una de ellas, estos contenidos forman parte del currículum escolar y en la otra no. Los resultados fueron contundentes: en aquellas escuelas en donde las Ciencias de la Computación no eran parte de los contenidos, los varones obtuvieron resultados significativamente mejores que las mujeres. En las escuelas donde estos saberes formaban parte del currículum, la diferencia entre varones y mujeres fue imperceptible.

Es decir que incluir contenidos de CC en los planes de estudio desde la primaria puede contribuir a achicar las brechas de origen atravesadas por condiciones socioculturales.

Sin embargo, resulta necesario preguntarse cómo abordar dicha enseñanza desde una perspectiva de género dado que en la escuela se pueden reproducir y profundizar las representaciones de género que forman parte de la desigualdad. En Argentina, desde el año 2006, contamos con la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI). A partir de la sanción de la misma, se creó el Programa Nacional de Educación Sexual integral, con una gran trayectoria e importantes avances a nivel nacional en lo que respecta a, entre otros temas, trabajar la equidad de género en el ámbito educativo. Resulta indispensable generar propuestas de enseñanza de las CC con perspectiva de género desde el enfoque de la ESI, que nos brinda un marco conceptual y normativo para abordarla.

Ofrecer desde la educación obligatoria conocimientos de Ciencias de la Computación y recursos tecnológicos puede ayudar a reducir esa desigualdad en tanto brinda la posibilidad de acercar dichos conocimientos a todes. Sin embargo, es importante trabajar en cómo abordar la enseñanza desde un enfoque que visibilice y ponga en cuestión las desigualdades presentes en la disciplina, en el ámbito educativo y en la sociedad en general.

Proponemos entonces abordar la inclusión de la enseñanza de las CC en el sistema educativo desde una perspectiva que se involucre en construir sociedades más justas e igualitarias.

(*) Mariana Labhart: Asesora de la Iniciativa Program.AR, Fundación Sadosky